Anatomía cerebral

LA VENA PARANOICA

Alberto Mendoza Morales

Entender la violencia humana conduce a repasar un libro, JANO, obra póstuma de Arthur Koestler (1905-1983). Ahí muestra que el hombre sufre un síndrome bélico, una patología psíquica de origen paranoide, un trastorno de personalidad que lo conduce practicar la violencia. Condición que alimenta guerras y crímenes permanentes y reiterados. Tiros y tambores retumban a lo largo de la historia de la humanidad. Ese ruido forma cadena homicida. Está vigente. Se proyecta hacia el futuro. La habilidad científica y técnica del hombre contrasta con su inhabilidad para conducir relaciones humanas pacíficas, decentes, para desenvolverse y actuar tranquilamente en los campos social y político. Homo sapiens, si lo fuera, la historia no mostraría la sangrienta carnicería que vemos diariamente. ¿Hay un error en la evolución humana? ¿La especie es aberrante? ¿Qué es lo que no funciona? Los datos sugieren que en la evolución del cerebro humano hubo un desperfecto, algo que explicaría la vena paranoica que la caracteriza.

Sacrificios de seres humanos, asesinatos rituales, guerras, asaltos, insultos, ocurren desde los albores de la humanidad hasta hoy. El hombre muestra incapacidad para mantener relaciones armoniosas dentro de la familia, de la sociedad, de la nación, de la especie en general. Su ámbito moral aparece subdesarrollado. A la hora de matar muestra carencia de controles instintivos. Una hipótesis neurofisiológica explica el fenómeno. Dice que en el Pleistoceno la evolución humana sufrió un traspiés. Ocurrió en el cerebro, órgano que el hombre comparte con reptiles y mamíferos. Sobre estos dos antiguos y sucesivos cerebros, la evolución humana sobrepuso una corteza cerebral sin coordinación adecuada con aquellos. Dio paso a una especie cerebralmente desequilibrada. Cuando un psiquiatra ausculta a un paciente, tiene en el diván a un cocodrilo, un caballo y una persona. Un ser con emociones, intelecto y razón en conflicto permanente, en relación tosca y primitiva con los demás, donde se mezclan instinto, emoción y razón. La incómoda amalgama cerebral explica la conducta irracional de personas en particular, de pueblos enteros en general. Los choques humanos se agudizan, además, con la identificación excesiva de las personas con iglesias, naciones, partidos políticos, clases sociales. Abrazan credos con ciego entusiasmo. Comportamiento y lenguaje, en esas circunstancias, se vuelven violentos, agresivos, cortantes. Amenazan la diaria convivencia. La actual situación del homo sapiens, sujeto a errores de evolución, reclama un diagnóstico profundo. Demanda un nuevo enfoque de las ciencias de la vida.

 

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